El personaje que encabeza este post es un profesor de la escuela de negocios ESADE y aparece en algunas de sus conferencias con una imponente guitarra eléctrica.
Se trata de Salvador López, asesor de marketing, director de programas musicales y líder de la banda de rock, los Telémaco Dormía. A principios de curso publicó «Rockvolución empresarial, lecciones del mundo de la música para directivos y emprendedores»(Ed. Empresa Activa). Tras leer con devoción sus consejos y le hemos hecho algunas preguntas. Aquí el resultado:
1.-¿Qué lecciones pueden sacar los directivos y los trabajadores del mundo del rock? ¿Trabajar en equipo? ¿liderazgo?
Mucho más que eso. El mundo del rock y de la música en general es una auténtica fuente de conocimiento para otros equipos humanos aunque se dediquen a otra cosa, como por ejemplo a la empresa. Los músicos practican habitualmente toda una serie de habilidades que las organizaciones buscan desesperadamente: innovación, creatividad, co-creación, adopción de nuevas tecnologías, adaptación al cambio, reinvención, conversión de clientes en fans… y por supuesto trabajo en equipo y liderazgo. Entre los músicos abunda el pensamiento disruptivo, algo que necesitamos para cambiar el mundo y construir uno mejor. Ellos trabajan con emociones, y la tendencia de nuestro mundo está en dejar atrás la frialdad mecanicista y evolucionar hacia una asunción de la emocionalidad que forma parte intrínseca de nosotros mismos. La inteligencia emocional sólo ha sido un primer paso, pero el camino es largo y prometedor.
2.- El entusiasmo en la música y la empresa. Modo de uso.
Las empresas llevan décadas trabajando con programas de gestión del talento de sus empleados, pero el talento es sólo una capacidad. En cambio el entusiasmo es pura energía, es el combustible que pone a trabajar el talento. Sin entusiasmo puedes tener a la gente más talentosa del mundo, pero no irás muy lejos. Para encender la llama del entusiasmo hay un resorte fantástico que es la creatividad. Por eso en el mundo de la música abunda el entusiasmo, mientras que en el mundo de la empresa escasea.
Pero la creatividad no es patrimonio exclusivo de los artistas. Todos somos creativos, está en nuestro ADN. La creatividad se expresa componiendo una obra artística, ya sea musical, pictórica, arquitectónica, teatral o de cualquier otro tipo, pero también somos creativos cuando montamos una reunión de amigos, o planeamos nuestra boda, o un viaje de vacaciones, o cuando montamos un club excursionista. Todo eso nos entusiasma automáticamente porque desata nuestra creatividad. Y eso es lo que falta en el mundo de la empresa, que los empleados se sientan en un marco donde no se les obligue a ser piezas de un mecanismo, sino personas que puedan combinar las necesarias obligaciones mecánicas con una parte de creatividad.
3.-La relación fan y consumidor es un concepto casi revolucionario, ¿cierto?
Creo que es revolucionario pero no porque sea nuevo, que no lo es, tiene la capacidad de transformar nuestra realidad social. Cada vez hay más empresas que se dan cuenta que los clientes los tienes hoy y mañana tal vez se hayan ido con otro. Acaban llegando a la conclusión de que es mejor tener fans, que son los mejores clientes, porque son fieles, y además traen a otros clientes. La mayoría de empresas han olvidado cuál es el verdadero potencial social que tienen. El propósito de las empresas no debería ser la rentabilidad de sus accionistas, sino aportar valor a sus clientes y a sus empleados. Cuando se orientan al accionista pasan cosas malas, se toman decisiones cortoplacistas e inadecuadas, las organizaciones se vuelven tóxicas. Cuando se piensa en el cliente y en el empleado se genera una organización armónica con su entorno. Es una cuestión casi biológica. Una organización es un organismo vivo basado en las personas. Hay que tener fans fuera (clientes) y también dentro (empleados).
4.-Hay que diferencia entre la industria musical y las habilidades de los músicos de rock para la empresa.
Por supuesto. Mi propuesta conceptual es que las organizaciones pueden aprender cosas de la forma de pensar y trabajar de los músicos, no de la industria musical. La industria musical y concretamente la industria discográfica tuvo un papel fundamental en la popularización de la música. Gracias a ella tenemos los tesoros que tenemos en nuestras discotecas personales. Mis amados vinilos de jazz, rock, pop… todo eso no existiría sin esa industria. Pero al igual que pasó con muchas otras industrias, llegó un momento en que se volvieron tóxicas para los músicos y para la música. Se convirtieron en artefactos financieros. Antes apostaban por los artistas, les daban tiempo para madurar, pero ahora miden a los artistas no por su valor artístico diferencial, sino por su capacidad de generar beneficios rápidos para ellos. Muchos músicos han sufrido el síndrome de Estocolmo identificándose con ellas, porque habían confundido su trabajo con vender discos. Pero vender discos es el negocio de las discográficas. El trabajo de los músicos es componer y tocar en directo. Por fin estoy viendo a muchos músicos darse cuenta de ello. En Cataluña tenemos una iniciativa muy iluminadora llamada Tercera Via, donde los músicos emergentes se agrupan para defender su existencia y la música en directo. No quieren ni estar en la SGAE, ni cobrar derechos de auor, ni quieren depender de subvenciones. Quieren vivir de tocar en directo. Llevan 6 años ya y les va muy bien. Creo que eso es algo que debería hacernos reflexionar mucho a todos.