«El lugar tenía un aspecto fantasmal: mesas abandonadas y cables que no iban a ninguna parte, impresoras rotas, sillas cojas. Cruzó titubeante la moqueta mugrienta y se detuvo junto a la mesa de correcciones, que aún estaba cubierta de pruebas garabateadas y ediciones antiguas. Aquella sala había contenido en un tiempo el mundo entero. Hoy, sólo contenía basura.
El periódico, ese informe diario de estupidez y la brillantez de la especie, nunca antes había faltado a una cita. Ahora había fallecido».
————-Tom Rachman «Los imperfeccionistas».